jueves, 10 de septiembre de 2009

A FAVOR DEL PROYECTO DEL PUEBLO, IMPULSADO POR EL PODER EJECUTIVO NACIONAL

ESTADO, GOBIERNO Y MEDIOS DE DIFUSIÓN
Hay cuestiones, en el mundo de lo político, que parecen no estar saldadas en cuanto a sus significados. Una de ellas es el significado de “Estado”; y otra, también del mundo de la ciencia política, el que se refiere al significado de “Gobierno”.
Para nosotros, en pocas palabras, el “Estado” es el instrumento que una nación construye para darse un orden jurídico político (y siempre es una persona de existencia ideal). En cuanto a “Gobierno”, podríamos decir que es “el equipo” conformado por las personas (siempre de existencia física) que legalmente pueden utilizar el instrumento “Estado”, para materializar el programa que propuso el equipo gubernamental y sus seguidores partidarios. Hecha esta aclaración previa, abordamos la cuestión de los medios de difusión.
La lucha planteada por los dueños de los grandes multimedios, contra el proyecto de ley impulsado por el Poder Ejecutivo Nacional, no se centra, como cuestión principalísima, en lo meramente económico. Los especialistas en ciencias de la educación, o de la comunicación social, están casi unánimemente de acuerdo en que la incidencia de los multimedios permite “construir la realidad” que un sistema dominante necesita para tratar de mantener ese estado de cosas.
Desde los medios se puede “construir” o “destruir” la imagen de un candidato; se puede alabar las bondades de un sistema económico político, o denostarlo hasta el punto de demonizarlo; se pueden armar campañas tendientes a consumir determinados productos, o a desacreditarlos; se pueden crear nuevos vocablos, que se identifiquen con nuevos “productos políticos” (“alicame”, “alicate”), o se puede desvirtuar el significado de aquellos que representan un valor contrario a las “necesidades del mercado”; se puede plantear como injusto el corte de una avenida por parte de los más pobres, o se puede presentar como bandera libertaria el corte de una ruta hecha por sectores no excluidos socialmente.
En síntesis, se sabe que el manejo monopolizado de los medios, es una poderosísima herramienta de inducción de conductas en un colectivo social. Por esas razones, en toda sociedad moderna se plantea que el Estado no puede dejar librado al exclusivo arbítrio de un grupo de particulares, una cuestión tan relevante para todos. Valga como ejemplo lo sucedido en EEUU durante las guerras del Golfo Pérsico, cuando la cadena CNN transmitía en vivo (sin mostrar nada) el ataque a Irak.
Así planteada la cuestión, resulta muy claro que el tema “de fondo” radica en el papel de los medios como vehículo forjador de cultura. Y como puede tratarse de una cultura donde el Hombre sea tratado como un simple consumidor; o de una cultura que lo dignifique en su esencial condición humana; la opción por una u otra cultura será el resultado de las políticas públicas que el Estado fije para con ese tema.
Plantear que el Estado no debe intervenir en las actividades que despliegan los medios, comparte la misma raiz conceptual de quienes piensan que “el mercado” debe ser el único “interventor” de las actividades del ser humano.
En definitiva, una vez más surge la discusión no saldada sobre el rol del Estado. Por un lado están los poderosos que piden “libertad” para ejercer sus poderes; por el otro están quienes sufren las consecuencias del ilimitado poder que ejercen los poderosos.
Nosotros, como peronistas, tenemos muy en claro que el Estado ha sido utilizado para malos y buenos propósitos a lo largo de nuestra historia como nación. Y es con base en esa historia que afirmamos, que los errores cometidos por los gobiernos elegidos por el Pueblo pueden ser corregidos por el mismo Pueblo; pues si algo es seguro, es que la legítima soberanía popular nunca será un monopolio de pocas voluntades. Pero también, y con la misma seguridad, afirmamos que para los monopolios… el único soberano son ellos mismos.
La batalla desatada en torno a la ley de medios es, probablemente, una de las más importantes con relación al futuro de la nación, ya que se trata, ni más ni menos, que de la batalla por un modelo cultural: el del Pueblo o el de los monopolios.

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