jueves, 3 de diciembre de 2009

"Una buena oportunidad para todos"


Por Eduardo Sigal (Presidente del Frente Grande)


Una de las opiniones críticas al proyecto de reforma política elevado por el Gobierno al Congreso es la de que tiende a favorecer a los grandes partidos y a crear obstáculos para los que tienen actualmente menor peso electoral. Buena parte de la argumentación se debilita después de los cambios producidos en Diputados que, en lo fundamental, bajan el requisito de cantidad de votos en las primarias para acceder a la elección nacional y el de afiliaciones para obtener y conservar la personería jurídica. Claramente el proyecto que entró a la Cámara de Senadores combina el estímulo a la existencia de partidos estables y consistentes con la amplitud en las condiciones para el surgimiento y afirmación de nuevas formas políticas.
Lo que es evidente es que ninguna reforma política puede, por sí misma, modificar conductas sectarias que obstaculizan la acumulación electoral. En todo caso, la propuesta en discusión alienta formas de asociatividad entre fuerzas partidarias afines que mejoren su competitividad electoral. La construcción de confederaciones partidarias facilita la consecución del número de afiliaciones requeridas y desalienta la proliferación de grupos que de modo aislado no alcanzan significación electoral alguna.
La izquierda en nuestro país ha padecido históricamente el mal de la fragmentación extrema, tozudamente justificada desde esquemas ideológicos cerrados y autosuficientes. Parece haber llegado la hora de reconocer el agotamiento de modos de hacer política que se sustentan en agrupaciones o partidos atomizados que no constituyen proyectos con vocación de mayorías y de gobierno. Ni las sectas ideológicas ni las asociaciones informales alrededor de ocasionales liderazgos mediáticos son el modelo desde el que puede construirse una alternativa popular de transformación.
¿Qué tipo de participación democrática estamos en condiciones de promover si no somos capaces de construir, a través de las afiliaciones, vínculos políticos elementales con la sociedad? ¿Es más progresista que los candidatos se decidan “desde arriba” o surjan de la votación popular? ¿Es tan utópico que un conjunto no pequeño de grupos políticos que se orientan en un sentido de cambios democráticos y hacia la justicia social acuerden la construcción de una confederación que sostenga ese programa y haga organizativamente más consistente la construcción política?.

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