miércoles, 10 de febrero de 2010

El pacto Duhalde-Cobos, por Luz Laici (Revista Veintitres)

No lo dijo un estratega político. Tampoco un intelectual reconocido por sus ideas. La frase nació de la genialidad de un artista: “El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos”. Salvador Dalí no pensó en los dirigentes argentinos cuando expresó su máxima. Sencilla, pero no por eso menos efectiva. Y, al parecer, conocida a la perfección por el ex presidente Eduardo Duhalde.

“Pienso que se humilla a las Fuerzas Armadas de hoy –lanzó el cacique de Lomas de Zamora, en una entrevista radial, la última semana–. En vez de estar siendo utilizadas como en México o en Brasil, para ayudar al país a salir de una crisis de seguridad muy grave, se las tiene ahí arrinconadas y humilladas.” Duhalde conoce el mecanismo: con la provocación tiene la atención asegurada, y saltó del dial a la tapa de los diarios, donde se debaten sus dichos en el centro de la escena. “Muchos ven lo que aparentas, pocos advierten lo que eres”, escribió Maquiavelo. Y el viejo cacique hace escuela con semejante advertencia. En el reino de las apariencias –y mientras todos discuten sus exabruptos–, él cocina los acuerdos con el competidor que eligió para tal fin. El pacto de la Moncloa, que Duhalde pretende reproducir con Julio Cobos, está en una nueva etapa.

“De ahí la sugerencia de que se tome licencia”, desliza un colaborador duhaldista. Esta temporada, el mendocino debe resolver una encrucijada: la imposibilidad de ser vicepresidente y líder de la oposición al mismo tiempo. Y Duhalde le ofreció una solución. Si la astucia y la fuerza deben combinarse con la ley, qué mejor que sortear la realidad con una libre interpretación de la norma. En su artículo 88, la Constitución Nacional estipula el mecanismo a seguir en caso de destitución, muerte, dimisión o inhabilidad del presidente y su vice. Pero nada dice sobre el uso de la licencia. “Esa opción –sostienen sus gestores– le daría mayor legitimidad a Cobos y no lo correría de la carrera electoral.”

No hay ingenuidad en el consejo. En las oficinas del Movimiento Productivo Argentino –el think tank duhaldista, ubicado estratégicamente a una cuadra del Congreso Nacional–, la conclusión nació al calor de lo que, especulan, serán los futuros movimientos kirchneristas. Las especulaciones más afiebradas incluyen la posibilidad de que los K dejen el Gobierno antes de tiempo. Un escenario que hermanaría los intereses de Duhalde y Cobos. ¿Cómo?
Si Cristina Fernández abandonara la Rosada, el Parlamento debería designar al funcionario público que la reemplace en sus obligaciones. De renunciar, Cleto no tendría la obligación de completar el mandato y los Kirchner darían marcha atrás con la jugada. La clave está en el tiempo. El bonaerense y el mendocino tendrían espacio para preparar las estructuras que los lanzarán a la competencia. El presente parece un tanto adverso. Duhalde no consiguió domar a la tropa pejotista y el vice tampoco resolvió el escollo que lo mantiene expulsado de las filas radicales.

Por fuera del acuerdo –ninguno se mete en el problema ajeno–, ya dieron los primeros pasos. El primero ofreció una instantánea de Cobos y Francisco De Narváez, cuando el empresario estaba en campaña electoral y había sido citado por la justicia en la causa que investiga el tráfico de la efedrina. Tras ese encuentro, en junio de 2009, el Colorado declaró: “Estamos en la misma sintonía”. Como sucedió con el voto no positivo, la traducción política reveló que el vice se oponía a su propio gobierno. Otra vez, no le salió mal. De Narváez venció a Kirchner en terreno bonaerense, coquetea con disputarles poder en la interna justicialista y defiende a Cobos a capa y espada. “Le pido al vicepresidente que se mantenga en su cargo –expresó la última semana–. Así como Cristina va a terminar su mandato, él lo debe terminar. Esto le da estabilidad al país. Si Cobos llegara a tomar la decisión de irse, dirían que está desestabilizando la democracia, y no está cumpliendo con aquello para lo que fue elegido.”
Incluso en sus declaraciones el empresario y diputado dejó entrever su malestar con su socio político, Mauricio Macri, a quien calificó de “histérico” por pedir la renuncia del mendocino. “Esas exigencias –sostuvo De Narváez– parecen especulativas y peligrosas porque darían la impresión de que están utilizando la situación de Cobos con fines electoralistas.”
Lejos del referente de Unión Pro –al menos en apariencia–, Duhalde eligió mostrarse en público junto al radical Rodolfo Terragno y hasta apuntaló su Plan 10/16, destinado a “pensar el país a largo plazo”. Una alianza que, durante una conferencia en el Sheraton de Pilar, ambos políticos juzgaron como necesaria para buscar consensos y cambiar el rumbo del gobierno nacional, al tiempo que Fernando “Pino” Solanas la describió con sagacidad: la domesticación de las fuerzas emergentes por las estructuras tradicionales.
“El problema está en el estilo K”, dispara el diputado duhaldista Eduardo Amadeo. Y explica: “El matrimonio Kirchner es autoritario y no acepta que se discutan ideas entre todos. Eso es algo tan simple que, de implementarse, podría haber evitado el conflicto con el campo por la resolución 125 y los problemas con el Fondo del Bicentenario. Duhalde habla con todos”.
Esa totalidad incluye al vicepresidente. Claro que, en su caso, las comunicaciones se hacen a través de una línea telefónica encriptada. “Así evitan ser escuchados por los servicios de inteligencia”, desliza un dirigente cercano, en tono detectivesco. Más abierto, en cambio, es el asesoramiento que reciben del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna. El cacique de Lomas, que imagina un futuro con inflación, más pobreza y menos trabajo, confía en el último candidato a presidente que presentó la UCR para manejar una economía de tormenta. “La articulación, el diálogo y el consenso serán la clave para enfrentar un país que tendrá problemas sociales y un marcado espíritu de crispación”, vaticina Amadeo.
Por el momento, Cobos no vetó al economista, aunque su experta en la materia es la senadora Laura Montero. La desesperación no es su estilo. Sabe que persigue el mismo fin que Duhalde –pelear por la presidencia en 2011– pero prefiere ahorrar en enojos. Ni siquiera protestó por la falta de consulta en cuestiones castrenses. Sucede que, como propone ahora Duhalde, el mendocino aprovechó “capacidades ociosas” del Ejército para combatir la inseguridad cuando era gobernador de Mendoza. Claro que difundió su proyecto de modo más elegante: el Servicio Cívico Voluntario (SCV) no proponía sacar a los militares a la calle sino aprovecharlos para formar a jóvenes en situación de vulnerabilidad (ver recuadro). “Una idea distinta a la de Duhalde”, afirma Alfredo Cornejo, actual intendente de Godoy Cruz y ex diputado, autor del proyecto para implementar el SCV a nivel nacional. “Lo que se puso en práctica en Mendoza no fue un regreso a la colimba –continúa Cornejo– sino un proceso voluntario de socialización. Obviamente, siempre hay posturas ideológicas cuando se habla de cuestiones militares. Algunos entendieron que lo que buscábamos era mitigar la inseguridad manteniendo ocupados a jóvenes que podrían cometer delitos. Y otros comprendieron que se trataba de una forma de integración social. Las dos miradas convergieron en un mismo instrumento.”
Con una Argentina que imagina al borde del apocalipsis, Duhalde reflotó la idea de la reconciliación con los militares. Es coherente: sueña con convertirse en el candidato presidencial de la derecha peronista. El contexto latinoamericano liberó su imaginación. En Uruguay, Luis Lacalle disputó la segunda vuelta con Pepe Mujica y, a pesar de la derrota, cosechó más del cuarenta por ciento de los votos; en Chile, el millonario empresario Sebastián Piñera –que admitió que no tendría problemas en incorporar a su gobierno a funcionarios pinochetistas– derrotó al candidato Eduardo Frei y terminó con veinte años ininterrumpidos de centroizquierda en el poder; y en Honduras, país sitiado por militares y policías, el conservador Porfirio Lobo asumió la presidencia luego de ganar la disputa electoral convocada por el gobierno de facto que destituyó al mandatario Manuel Zelaya.
La esperanza es lo último que se pierde. Cobos y Duhalde lo saben. Ahora es el tiempo de vencer al común enemigo K.

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